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jueves, 26 de noviembre de 2009

Sexo en la calle: apareció una pasajera perdida

Se abren nuevos espacios para este “pirata”, nuevas vias, piernas.  Apareció en la vía una amiga antigua.  Llamémosle Frigia.  Es médico, y ya tuve la oportunidad de enfermarme para que me curara.

La llevé a un hotel arabesco en la ciudad de Guatire, ese mismo que está en la vía.  Es una historia larga, y sólo les cuento lo básico.  Previamente la calenté en el carro, como es lógico, tocándole la rodillita, pasándole un dedo por sus gruesitos labios, en fin..., recordando viejos tiempos.

La desfloré hace unos años en una vía pública ─¡coño, por qué mis vainas tienen que ser así, calle de por medio!─.  Fue un momento juvenil, de arrebato.  El Paraíso, por allí, en algún rincón oscuro e improvisado de la vía.  Recuerdo mi dolor y temblor de piernas, debido a lo bajito de la criatura.

Pasó el tiempo.  Fue a la universidad y se gradúo.  Ejerce y hace postgrado.  Fuera de eso, sigue igualita la coño.  Se casó, tuvo hijos, pero ya ustedes saben lo que dicen del fuego y las cenizas.

No más de contactarla, pensamos en el sexo.  ¿Qué hay de malo?  Si yo la considero especial por ser el primero y a ella le pasa lo mismo.  Como decir, pues, tengo derechos vitalicios en ese estacionamiento, sin importar que el marido estacione allí su auto.

No tiene buen polvo.  Es torpe hasta para el sexo oral y, de paso, la coño es frígida.  Es desalentador acostarse con una mujer frígida.  Nunca la posees, porque anda perdida en sí misma.  Son incapaces de compartir un rato su alma.  Sigue igual como las primeras veces:  le duele el vientre a los embates de mi taxi.

En fin, está por allí, a la disposición de esta alma traviesa.  Se calienta espantosamente en las preliminares.  Puja, chilla, pero nunca explota, y así se va.  ¡Dios, qué pérdida!  Seguiré un tiempo con ella, hasta que me aburra y cambie de pasajera.

Mientras tanto, seguiré sólidamente con la andina pasajera que ustedes conocen, la andina, que todavía da la talla.  ¿Recuerdan?:  la misma que quiere un hijo y la cosa se la puesto cuesta arriba, dado que tiene problemas para concebir.  Pero yo sigo allí, dizque haciendo el esfuerzo y poniendo mi gotita de arena... digo de semen.

Como les dije, alterno mi vida allá y aquí, con una y otra, en una casa y otra.  Es el oficio de alguien que vive en la calle.

Eso me hace recordar lo que dicen de los gandoleros:  tienen hijos por todo el país, regados.  Pienso en eso, pero en ningún caso emulo.  Tener mujeres sí, pero hijos en tales condiciones, no.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

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