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jueves, 15 de mayo de 2008

¿Un taxi subiendo por las escaleras?

Mi parientes se fueron de viaje el fin de semana pasado.  Yo, que  soy libre, quedé más libre.  Se pueden imaginar cómo me sentí.  Un vagabundo con el mundo más abierto para andar.  Me moví de aquí para allá y allá para acá en el apartamento.  "¿Salgo o salgo a la calle?", me planteé como burlesco dilema, no quedándome otra solución -como cabe esperar- que lanzarme raudo a la calle.

Y no es extraño.  Mi actitud recelosa hacia mi propia persona y en la calle, se enmarca en la reflexión última escrita en esta bitácora (vea Remordimientos de conciencia).  Me dije "¡Caramba,  me voy a portar bien!  Reuniré un dinero (no más tías de irresistibles sexos) y se lo gastaré al vehículo, que tiene la tapicería que ya empieza a dar miedo".  Y no es para menos, si se trata, prácticamente de un cuarto de hotel, oliente a humedad, cervezas derramadas y otros fluidos.  Es una pena... que da gusto.

Por cierto, a propósito de aventuras dentro del vehículo, la semana pasada me fui hacia El Valle a hacerle un servicio al vehículo, un cambio de filtro de gasolina y otros detalles.  Mientras el tipo arreglaba, me hablaba, con la actitud quizás de aquel que al arreglar carros, sabe todo sobre el tema.   Habló y habló hasta que concluyó que era pavoso acostar mujeres dentro de la unidad de trabajo.  Le oí sus peroratas, pero internamente me sonreí.  Como ustedes ya saben, dentro de mi carro ha ocurrido de todo.  Me  llega ahora mismo el recuerdo de mis desórdenes con una prima, allá en Puerto Ordaz (mira la historia en Yo y el taxi, mi taxi y yo).  ¡Dios mío, que no ocurrió dentro de ese cuarto!  (Y hablando de aventuras, un poquito más abusivo de lo que soy, les paso este link que recién acabo de mirar en la Internet, no apto para menores, por supuesto, donde aparece una tía haciendo travesuras con un vehículo como el mío, un Cielo Daewo:  poner link)

Como decía, volviendo al viernes de la semana pasada, trabajé hasta tarde, tan tarde que no encontré estacionamiento abierto para cuando vine.  Me fui hasta el de la Plaza La Concordia e hice una cola allí para cuando abrieran, pero me cansé, casi me duermo en el carro.  Era una noche peligrosa, como la de todos los viernes en la madrugada, con gritos de borrachos, rameras y recoge latas por doquier.   Tenía escondido en mi cuerpo Bs.F. 700.  La sola contemplación de la plaza nada más, con su enorme árbol en la esquina, con su enorme oscuridad también, era para como para pensar en las películas de terror.  Me cansé y me fui, llevándome el carro hasta el frente del edificio donde vivo.

Allí lo aparqué y me prometí levantarme temprano, antes que los fiscales, para que no me ocurriera lo del remolque de la vez anterior.  Y así lo hice, pero ¡zas!, ¿cuál fue mi sorpresa?  Un nuevo robo.  Los habitantes de la noche se llevaron (nuevamente) mi radio reproductor, partiendo un vidrio de la puerta  trasera.  Ahí no importó nada, ni alarma ni vecinos asomados ni policía que transiten por las calles.  ¿De qué sirve una alarma cuando en la calle, esa misma noche, habían otras activadas, toda la noche?

No, no es como ustedes creen.  Después de tanto vivir en la calle, no se me va ocurrir dejar el equipo en la parte delantera el carro.  Nada de eso, caballeros, los pajaritos nocturnos lo sacaron del maletero, violando el asiento trasero para llegar hasta él.  ¿Qué les parece?

En fin, nada que ya no me hubiera ocurrido.  En efecto, me levanté temprano, fue hasta el vehículo, me lamenté un rato y terminé yéndome a El Cementerio donde un amigo, colocando el vidrio.  Bs.F.  100.  Le compré otro equipo, otra vez, gastando el dinero con el malestar de aquel que se quiere castigar por andar con inventos.

¿Se dan cuenta?  Hice unos cobres pensando como un tipo que se quiere portar bien, cometiendo nomás el pecado de la imprudencia de quedarse hasta tarde en la noche.  Véase lo que ocurrió.  Me pongo a pensar a veces que no hay gran diferencia entre "buenos" y "malos, porque nadie ni celebra ni escarmienta las acciones  (me refiero a un dios, lógicamente).   ¡Cuánto malandro e hijo de puta no hay por allí viviendo sin rendirles cuentas a nadie, viviendo hasta tiempo que los gafos que deciden "ganar puntos con el cielo"!  ¡Al diablo!

Como se comprenderá, mi reacción fue la tirar a los mil diablos mis precauciones.  Me desaté un poco más de lo habitual, trabajé un rato, reuní dinero, bebí en día y me instalé después en mi habitual sesión amorosa con Mariú, quien ya me enferma con su ansiedad de hijos.  Amanecí el domingo allá en las alturas de la barriada y al bajar, como si me recuperara de los hijos de puta de los malandros, me tiré también, de paso, a la Gocha, como si bajara de una escalera del sexo:  una arriba y otra en el escalón de más abajo (tengo la fantasía de reunirlas en una sola sesión conmigo).  Fueron polvos con arrechera, si es que alguien entiende lo que digo.  ¡Recogelatas y vagabundos, apartaros de mí para cuando yo maneje por esas calles!

Tomado de Kamalainpatmos.blogiaPero lo curioso de esta entrada, que ya es larga para mi gusto, fue lo que ocurrió este martes.  ¿Ya les había dicho que jugando le dije a Mariú que podíamos intentar su preñez hasta en las escaleras de su trabajo?  Bueno, así pasó, lo cual me conviene porque es un órgano sexual más cercano a mi domicilio.  Como si dijera que, después que almuerzo en mi casa o cerca de ella, me vaya luego a tener un poquito de sexo por allá, en la otra esquina.  Mariú trabaja cerca de mi área de residencia, y le pareció ¡viable! que la vaya a inyectar hasta en las escaleras de su lugar de trabajo.

Como se comprenderá, la vaina llegó a un colmo, no habiendo ya diferencias entre lo que se dice para bromear y la realidad.  O sea, la broma se hizo seria, realidad.  Y yo, ni corto ni perezoso, atraído más que todo por las posiciones que adoptaríamos en la escaleras, por el morbo de tener sexo con el temor de ser descubierto, acepté encantado.

Ocurrió así:  cuando ya me venía de visitarla en su oficina, ella se ofreció a acompañarme a bajar por las escaleras, diciéndome por el camino dizque en broma "¿Lo hacemos?"  Me le quedé mirando, riéndome de su salida humorística.  Le respondí, también en broma, que era necesario subir hacia los pisos de arriba, donde no había cámaras de video que grabaran las escaleras y donde no oyeran ningún chillido.  Ella también sonrío y me acompañó, no creyendo en ningún momento en que ocurriría.  Pero cuando llegamos al piso 6, en medio de un ambiente de puertas cerradas de oficinas, la vi nerviosa, recelosa, o para mejor decirlo de una vez, excitada, igual que yo.  O quízás estuviera preocupara por complicar la seguridad de su trabajo; ¿se imaginan?

Fue rápido, tipo gallo montado sobre la gallina.  Tenía un blue jean, mismo que le bajé hasta las rodillas con pantaletas a la vez, para luego recostarla boca abajo contra la baranda, tipo perrito.  De modo que fue una combinación de gallo con perro, pero muy rápido, como lo hacen los primeros, siempre con aquel sabrosito temor de que se abriera una puerta y ¡sorpresa, secretaria, te pillamos en tu receso!  Y digo que ella estaba excitada porque lo estaba, caliente para mejor decir, pero quedándose así de caliente, porque allí no había tiempo para nada más que dejar a mujer preñada, como ella quería, por cierto, y si a tal situación  se le puede describir como una buena circunstancia para pegar barrigas.  Creo más que su ansiedad por salir encinta es más grande que el hecho de tener sexo sin llegar a un orgasmo.  Creo que las mujeres pierden la razón cuando el sentimentalismo las domina.  O las frustraciones.  Hacen lo que se les indica... ¡Y uno bravo!

De todos modos, si es por complacerse, no hay problemas.  Tiempo de sobra tenemos los fines de semana; pero dado los resultados, y dado que yo no puedo ir a diario a su casa, esta medida, curiosos lectores, como que le acomodó al gusto, según me ha dicho luego.

De manera que el fin de semana, que empezó  para mí el viernes pasado, lleno de rabias, sexo y trago, recién terminó este martes.  ¿Cómo carajos hablar de otra cosa que no sea sexo?  Por fortuna no soy el único.  Muchos hay por allí dedicados "a tal cosa", que lo que hacen es hablar de cómo les va en tales asuntos, como si les estuvieran preguntando.  A mí nadie tampoco me pregunta, pero yo refiero los hechos como parte del trabajo.  ¿No fue Mariú una de mis pasajeras?  Si has seguido esta bitácora, sabrás que es así.  Y en fin, chico, dejemos los hechos claros:  ¿para qué demonios se tiene pito?  Si no me equivoco, el Papa mismo debe de tener uno, y muchos curas por allí, con usos no muy decentes por cierto.  ¿Ustedes qué dicen?

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