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sábado, 24 de mayo de 2008

El tráfico en los municipios Libertador y Chacao desde el interior de un taxi

Imagen tomada de Automotriz.net He estado pensando en algunas particularidades del tráfico en la Gran Caracas, es decir, en toda Caracas.  Tiene sus cosas notables, según se mueva uno de un municipio a otro.

Por ejemplo, considérese lo siguiente:  el Municipio Chacao, donde me la paso contra mi propio gusto, dado el terrible tráfico en ese lugar, está considerado uno de los municipios más organizados −y lo es a no dudar−, pero en materia de tráfico vive una derrota.  Y no es pesimismo ni ánimo de hablar de modo deportivo:  es la verdad.  Ese lugar es un paso obligado de una gran masa de vehículos que se dirigen o hacia Petare o hacia Prados del Este, imposibilitados de transitar inmediatamente por la Cota Mil o la Autopista Francisco Fajardo. Es el embudo de un conjunto de vasos comunicantes. Nada más con la avenida Libertador, llenándola permanentemente de vehículos, tiene para atosigarse.

Allí se ha ensayado una variedad de medidas, siempre bajo el telón de fondo de una policía municipal muy numerosa y omnipresente.  Nada malo, por cierto, por más que se tenga la sensación del control severo.  La última medida fue el famoso Plan Pico y Placa, de paradas por día según los números de las placas, un fiasco, por cierto.  De nada valió el esfuerzo, porque, a decir verdad, la diferencia no se notaba.  Lo que se vivía era peor:  angustia por causa del severo control policial y el mismo tráfico de siempre.  Lo que dejó fue una pila de usuarios del municipio enfadados por las numerosísimas multas.  Yo mismo, si haber recibido una, lo reconozco:  en mi mente está, como una estampa, la típica imagen del vehículo aparcado a la derecha con su respectivo fiscal pegándole la boleta.  Sé que en esos momento a uno no le interesa el dinero a pagar; importa más el momento presente, la ansiedad por llegar a casa, la aventura de cómo sortear el misterio aterrador del tráfico.  En esos momentos manejar no es ningún placer para nadie.

Ya sabemos que la medida de Pico y Placa fue derogada por otro famoso abogado (o abogados: los Garantón, padre e hijo), del que se dirá la agarró con los jóvenes alcaldes del este:  el de Chacao y Baruta.  En los dos municipios la medida fue levantada.  La argumentación es de carácter constitucional:  no se puede obstruir la libre circulación en el territorio nacional, como lo hacía la medida Pico y Placa.  Así que, pues, otros dirán por otro lado, a cargar con el problema del tráfico de modo natural, con la misma libertad con que en la naturaleza circulan las hormigas.  Estoy de acuerdo:  que cada quien saque sus carros, pero que se diseñen leyes y se implemente más bien una cultura del respeto y orden.  Siento que en Caracas, a pesar del ingente tráfico, es posible lograr mucho con ello.  ¡Cónchale, si todo el mundo se para antes de la línea de rayado para que los culones atraviesen la calle, te digo que es bastante!  Seguramente habrá que implementar otro tipo de medidas, ensayar con ellas, como por ejemplo, la del premio en vez del castigo, dado la muestra de que este sistema como que no ha soltado los resultados esperados.  Hay mucho con qué experimentar.  A usar la cabeza. Por supuesto, el control se debe suponer permanente, sin que necesariamente se convierta en una pura represión.

Yo, a pesar (como dije) de utilizar Chacao contra mi gusto por causa de mi trabajo, guardo sin embargo reconcomio con las autoridades locales.  Me molesté mucho cuando, después de que un tribunal ordenara la derogación del Pico y Placa, noté cómo parecían las autoridades locales afanarse para entorpecer el tráfico.  Objeciones por doquier, desde patrullas paradas aquí y allá, pila de escombros, semáforos estropeados o cualquier otro invento para entorpecer el tráfico.  Como si se buscara enfurecer a las masas, demostrándose por fuerza sobrenatural que la medida era buena y que su prohibición estaba acarreando las siete plagas de Egipto hacia los ciudadanos.  No estuvo bien el pase.  Perdió puntos el alcalde por ese lado.  En mi gremio a nadie el asunto le sacó una sonrisa.  Si se buscó enfurecer a alguien, se logró, aunque no del modo esperado:  el conductor en general sabía que el amontonamiento vehicular se debía mucho a la malcriadez de factores políticos, tema por cierto que no toco, según me ha enseñado mi oficio, es decir, los pasajeros, es decir, soy del bando político del que sea el pasajero que me va a pagar la carrera.  No tiene sentido andar peleando dentro del vehículo, cuando más bien se pueden cultivar amigos y ¡amigas!

A la autoridad del municipio la cosa se le complicó cuando en el municipio congestionado por antonomasia, Libertador, el tráfico empezó a mejorar sin otra medida que inundando las calles con fiscales, desarmados ellos, fiscales de oficio, los del ministerio de transporte, nada que ver con policías municipales.  Los sacaron en cambotes, de a tres y hasta cuatro por esquinas, poniendo el orden en los cruces, a los motorizados plagas, a los taxistas abusadores, desinflando o inflando las calles requeridas, hasta sin radio ellos.  Fue un balde de agua fría para quien somete a su municipio a severas medidas de pare y de multas a granel.  El centro de Caracas, lugar milenario del desorden, de buhoneros, de colas endiabladas, de gente hasta caminando por el aire, se transformó con la medida.  Sacaron a los buhoneros y ya fue bastante; pero después el control del tráfico con los fiscales ha mejorado la calidad de vida de la ciudad, notablemente.  Ello da esperanza para arreglar las cosas sin más medidas de presión (las multas)  que la vida misma y el tráfico que vivimos.

Yo, que más a gusto me he sentido siempre dentro de las cosas complicadas, aunque siempre me queje, encuentro ahora que mi asiduo lugar de trabajo (el centro) se mueve ligerito, de allá para acá, de acá para allá.  Faltando mucho más, a no dudar.  Por ejemplo, patrullas motorizadas que persigan al abusador, porque veo que a los fiscales muchos no los respetan y se "dan a la fuga" cuando cometen una infracción, generalmente autobuseros y motorizados.  Un policía o un fiscal motorizado tendrían que hacer el trabajo de perseguir al infractor.  También a esos fiscales les hace falta el necesario radio de comunicación, quizás un armamento para inspirar el necesario respeto por la autoridad.  Tengo fresca la imagen de un fiscal llamándole la atención a un motorizado, fiscal luego corriendo porque el motorizado lo perseguía con un tubo para golpearlo.  ¡Por favor!  Si los funcionarios trabajan y ponen orden, deben recibir el apoyo de sus autoridades directoras. Por aquí hay una gran falla: policías y fiscales se tienen que apoyar.

En fin, no culpo a la autoridad de un municipio u otro.  Sé que el tráfico en Chacao es monstruoso, requiriéndose con toda seguridad segundos pisos viales o lo que sea que ayude; pero de siempre hemos sabidos que en Libertador los problemas como que no tenían solución y ¡vea como con unos simples arreglos la cosa mejoró!  ¿Qué habrá que hacer para Chacao?  Está por verse.  En Libertador el trabajo que se hace al presente es bueno celebrarlo, no teniendo que andar nomás con la criticadera.  ¡Será porque ese lugar siempre ha sido un infierno y un leve arreglo suena a cielo, haciendo fácil el trabajo de dar la impresión de mejoría! En Chacao es esfuerzo es innegable, sólo que en la materia el pie no ha dado con la bola.   Claro, nadie dice que en mi lugar de trabajo preferido las cosas sean mejores; caramba, no vivo en otro planeta:  es innegable la diferencia de asfaltado, de higiene, de cultura de respeto y orden.  Nadie niega que la contaminación sónica es infernal ¡pero es mi área preferida, pues, donde me la paso la mayor parte del tiempo (La Candelaria, la Av. Urdaneta, San Bernardino, la Av. Baralt)!  Allí hago mis cobres y me debato entre el trabajo y el placer. ¡Ah, las caraqueñas!  Quizás se deba a que ése es el ambiente que sintoniza con mi naturaleza relajada, bochinchera o aventurera.  Soy taxista, recuerden, y rifo mi vida a diario cuando trabajo:  eso te hace ver las cosas de diferente manera, buscando espontáneamente el ajetreo y abominando de las aguas tranquilas.  ¡Cuando arreglen el centro de la ciudad, de manera que no haya ni siquiera ruidos, a lo mejor me marcho hacia otro sitio más desordenado!

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