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domingo, 17 de febrero de 2008

Otro día de rutina

Ahora mi estilo de vida de hombre minúsculo y anónimo perdido en la ciudad, tomó forma y re-arraiga, es decir, bochinches semanales, cervecitas, habladurías sobre mujeres y conquistas.

Liberado bastante de mi Dulcinea de las Alturas, es decir, de la pasajera con quien me fui a vivir un tiempito, al tiempo -naturalmente- que cultivaba mi habitual relación de pareja, ahora vuelvo a las calles con mi vida agitada.

El fin de semana visité a un hermano, jugué dominó, saludé a una hermana oriental que nos visitaba, y tragué cervezas como un alambique. Lo más seguro es que haya subido unos cuanticos kilos con la jornada, o la cebada. Ando por los 95 kg.

La visita la hice, lógicamente, después de rodar un rato sobre la Av. Victoria, Parque Central, el Silencio, Av. Solano, Andrés Bello y Chacao. Al final de la reunión con los parientes, 3:30 de la mañana, ya pudiendo ni jugar ni hablar, nos retiramos. Me puse junto a unos borrachos a hablar de política, mientras me hice acompañar al vehículo, en medio de la oscura y peligrosa la noche. Aclaro que estos "borrachos" no eran más que uno delincuentes del sitio, que no hacían más que cuidar el área donde jugábamos, ellos nosotros.

Debo decir que con el trabajo vuelven los peligros, el alcohol y las cervezas, y la falta de raciocinio. Todo el mundo tiene razón respecto de mí y mi trabajo; todos sugieren que lo deje, que no me hace falta, que si me dan de comer, que si me mantienen, que si patatín patatán... Así como dijo mi Dulcinea actual, Mariú. Yo no tengo remedio.

Lo digo porque a las 4:30 llegué a las alturas de Catia, aparqué carro al frente, de modo que lo pudieran ver desde el puesto policial, toqué puerta y me abrió Mariú, terminando el asunto en algo de acción carnal, con alcohol y todo. Me levanté a las dos, comí y seguí con el jala jala, dejándome llevar no tanto por la sensualidad o desea de ella sino también por su insistencia en quedar preñada, como ya les dije.

Ya sábado por la noche vuelvo a casa descansar de la jornada, a vigilar a mis crías y a leer un poco la prensa, lo cual me gusta mucho.

Como ven, nada extraordinario en la vida de este taxista bloguero. Pero, como se ve, cuando se tiene oficio tan peligroso, con aventuras de mujeres incluidas, la vida puede aparentar estar en calma habiendo bombas de tiempo por todos lados.

Espero vivir bastante para llenarles los espacios de este blog.

2 comentarios:

javier lara dijo...

Interesante blog, siempre he querido saber las vainas que dice un taxista después de recoger a pasajeros tan disimiles.
Te voy a poner en los enlaces de mi blog para seguir leyendo esta fino el blog

Juan Taxista de la Calle dijo...

Agradecido, mi pasajero. Tienes un descuento por allí.

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