¿Buscas un respuestos para tu auto?

¡Ve al final de la página!

miércoles, 22 de noviembre de 2006

La anécdota favorita del momento o la niña triste de los senos

Saludos, camaradas. El mecánico me tiene vacilado. Me dañó la punta de tripoide (¡nuevo!) y no encuentra como saltarse los Bs. 100.000 que cuesta. Me vine al chat y lo dejé con el trabajo en el taller.
Ayer pasé el día dónde mi padre. Después del Internet, me puse a leer un libro de Gogol, una historia sobre cómo un campesino enamorado jode al diablo. Me leí unos periódicos acumulados, hasta que me dormí, sol de hoy.
Fíjate que durante mi ocio lo que me lanzo es pura máquina y lecturas (así sean periódicos viejos), y cuando trabajo, cuando tengo que buscar los cobres, es que me salen los chances con la tías, es decir gastos. Estoy jodido.
Si algún día te montas en mi taxi vas descubrir quien soy si, después de brindarme una cerveza, te cuento mi historia favorita, la de los actuales momentos, porque siempre ocurren cosas nuevas. Te la cuento.
Hace dos meses, dos de la mañana, en la carrera Upata de Puerto Ordaz me detienen dos parejas, muy jóvenes, de 17 a 23 años. Salían de una discoteca o tasca. A esa hora mis ojos están enrojecidos por la brisa del trabajo y por el efecto de unas "controladas" cervezas. Eso significa que extremo sin muchos aspavientos mis precauciones.
Fíjate que los dos chamos me dicen que lleve a las carajitas, que ellos se quedan, sabiendo ellos que a esa hora los taxistas no montan mucha gente, lo cual me pareció de gran raciocinio.
-Una a Chilemex -me dice uno de ellos, con acento portugués- y luego la otra a Dalla Costa, San Félix. ¿Cuánto es?
Treinta mil, le digo. Si va, oí por allá.
A continuación se montaron dos sirenitas rechulitas, hermano, que pude admirar cuando se montaban, no aspirando en lo personal gran cosa debido a la diferencia de edad. La mayor se montó adelante; la menor, atrás. Dejé a la primera en Chilemex y la que estaba atrás, no quiso al parecer ir en tan olvidado puesto, pasándose para el puesto de adelante, lo cual me alegró muchísimo, porque tenía una piernas muy bonitas, según atisbaba a la escasa luz.
Hablamos cualquier bagatela, de lo que piensan y gustan los hombres de la mujeres, y viceversa. Mientras tanto las piernas de la chica me llamaban sobremanera la atención, y las veía, exagerando mucho el trabajo de cambiar las velocidades para así echar un ojo.
De repente la chavala se queja, y me dice que a su novio no le gustan muy pequeñas. Yo le pregunto, intrigado, que a qué se refiere y ella me responde en un tono de tan angelical sensualidad que, si te lo confieso, me pertubó bastante (¡compadre, tengo 39!):
-Mis tetas -dijo, mientras se las recogía en las manos-. Les parecen muy pequeñas.
Yo enciendo la luz y echo un vistazo, adivinando unos senos pequeños debajo de la tela, pequeños pero bien paraditos.
-¡Mi amor, tu novio debe de estar loco! -le digo para consolarla, y poniéndome muy zalamero-. Te juro que tus senos están inmejorables, porque hacen juego con tu cuerpo, pequeño, bello y bien formado. Definitivamente ese tipo es un loco.
Me mira con su lindo rostro, como agradeciéndome el comentario y diciendo "¿Usted cree?"
-¡Claro que lo creo! -exclamo con mi alborado tono mientras preparo mi próxima pregunta, más de zorro y siniestra.
La luz está encendida, el vehículo en marcha y la chavala todavía somete a evaluación su busto. Yo decido ir más lejos.
-Mira, linda -le digo con cautela-, puedo darte una opinión más exacta.
Ella me mira, como midiéndome, y luego de comprender el sentido de mis palabras me pregunta, asombrada:
-¿Qué? ¿Quiere que se la muestre completa?
-Completa, sí, completa -digo yo como un bobo.





La carajita todavía en la mañana me trataba de "usted"

¡Señor, había sensualidad dentro del vehículo! Yo manejaba con el piloto automático, practicamente, porque la vaina se ponía buena.
La chica, dudando un pelo, con las manos sobre sus tetas desde hacía rato, de repente no le paró más y se sacó a flote una, rosadita como un conejo, con aureola de las del tipo grande y poblada de granuloso poros. ¡Era demasiado como para no echar el resto! Entonces afilé el ataque.
Contemplé el seno acercándome lo más que podía, ladeando la cabeza. Me deshice en halagos, que sí divina, que si paradita, que si rosadita, que si quien pudiera, que si todo...
-¿Puedo tocarla? -fue la pregunta lógica y necesaria.
Y cuando oí un "Dale, pues", después de un ratito de duda y sorpresa, me correspondió manejar con una mano en el volante y la otra sobre piloncito de carne divino. La acaricié suavemente, lo más que pude con mi ruda mano de taxista que de vez cuando se llena de grasa mecánica y cambia uno que otro tripoide.
A la chama le gustó, y yo como que le inspiré confianza, a esa hora, a las 2:30 de la mañana, pobre criatura en mis manos, a quien, sin embargo, responsablemente, tenía que llevar a su casa. Me dijo:
-Señor, usted me está alborotando...
Nadie es bruto. Ya sin mucha máscara, hablándole al humano deseo, le propuse que pasáramos la noche o un rato, según su tiempo. Le dije que me mirara bien, que si yo no le resultaba desagradable a la vista, que si le inspiraba confianza, podíamos... Le dije que deberíamos aprovechar que manejaba a la altura del puente y que nos podíamos devolver a Castillito para alquilar una habitación, que a esa hora habían muy alegres hoteles (y eran más baratos, lo cual no dije).
Me miró con recelo, y el ánimo se me cayó un pelín porque de lo carajita que era me recordaba a mi hija de dieciseis años, aunque esta pájara bonchona tenía dieciocho.
Nos quedamos en silencio un rato y cuando ya llegábamos a la UD-45, lugar de su casa (no era Dalla Costa como me dijo), pronunció la palabra mágica:
-¡Está bien!
Compadre, di la vuelta en U, aplique 120 KM/P y en quince minutos ya estaba solicitando unas cervezas y una habitación. No había. Hubo que esperar, y mientras tanto bebimos. No demostré ningún apuro para no inquietarla, pero tuve que pagarle al hotelero bajo cuerda para que me consiguiera una habitación lo más rápido, porque había el riesgo de que la carajita se rajara, y además el hijo de su madre cuando la vio fue cuando se me afincó con más fuerza, porque la chavala lucía fenomenal y comprendió mi preocupación. Yo tiraba el resto, y no podía evitar que la letra de la canción Caballo viejo cabalgara por mi mente: ..."porque después de esta vida no hay otra oportunidad".
Finalmente, llegó la hora.
No hubo mucho trámite. Se desnudó, se baño, y yo hice lo mismo. Admiré su figura mientras iba y venía del baño a la cama: duras nalgas, piernas perfectas, cintura magnífica, piel rosagante. Los senos no tanto, porque ya los tenía en mi mente.
Una vez sobre las sábanas, le hizo honor a lo que me había dicho: hizo el amor con ansiedad, con mucho sudor, oliendo a monte recién cortado, a amor robado,apurado, arrastrado sobre la hierba. Yo no dormí sino un rato. Pasé toda la noche acariciandola, admirándola, besando su piel novísima. Hacia la mañana, ella recompensó mi pleitesía complaciéndome en una petición extrema que le hice, de modo que cuando la llevé a su trabajo (7:30 AM), la había hecho mía en todos los sentidos.
Sé que cuando sea viejo este recuerdo me acompañará placentera y nostalgicamente.
Aún después de pasar la noche juntos ella me siguió tratanto de "usted", lo cual no deja de hablar de la inusual que tuve con esta nena.
Perdí el contacto con ella porque extravié el teléfono, y ella no me dio el suyo, sino que anotó el mio.

5 comentarios:

Bob dijo...

Muy bien!, nada como una BUENA historia de taxi

Saludos

Dr. Bob

Juan Taxista de la Calle dijo...

Me alegra que le haya dado un momento grato. Son todas historias tomadas de la vida, tal cual ella se va desarrollando. En cierto modo, me siento como un baúl lleno de cosas que me pasan y siento gran placer en compartirlas con alguien

La Maga dijo...

berro no se que les pasa a esas niñas!!!! no es por desalentarte pero tal vez a veces buscan amarrar encucar a un tipo pa que las mantengan

Juan Taxista de la Calle dijo...

Maguita, el mundo exterior es bastante duro. No se si se trata de mantener o no, pero las cosas funcionan como un compra-venta: cada quien paga por su felicidad y por su placer, tal como pagar por una carrerita. Quizás influya desde donde se vean las cosas: sin siempre te la pasas en el paraíso (o algo parecido), te sorprenderán e impactarán los placeres del infierno... que los hay. Un saludo.

Anónimo dijo...

Interesante historia. Sorprende más saber que es de la ciudad en que habito...

.

Artículos más recientes

Vehículos: Repuestos y partes online

.