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viernes, 18 de mayo de 2007

Caracas de noche




He andado rodando por la capital, de modo nocturno, lo cual no tiene de nada de particular sabiendo que prefiero el panorama despejado y no un apretujamiento de carros. Caracas durante el día es imposible trabajarla, al menos para mi gusto. No le veo la gracia tomar un pasajero y cobrarle tanto para que pase sentado dentro de mi unidad una hora por un trayecto que se puede recorrer en 10 min. Las colas son temibles. O de otro modo, desde mis ojos y mi bolsillo: no le veo sentido pasar el día con un pasajero que al final me irá a cancelar un monto con el que no voy a estar conforme. Voy a botar la piedra y a exclamar: "¡Qué bolas, toda una hora por Bs. 20.000" (pongamos por caso).
Por eso amo la noche, así sea caraqueña. El planeta está despejado y los caminos son tuyos. Las calles te invitan a la velocidad y hasta la exploración si el caso es que ya no andas montando culones. Un taxi nocturno suelta los cobres rápido, aunque ya sabemos a qué precio. Para trabajar de día me quedo con Ciudad Guayana, aunque allá el problemilla es el calor (¡Dios, nada es perfecto!), pero esto no duele si pensamos en lo liberal del bolsillo oriental. Barquisimeto... también... buenas vías, el sol no tan fregado como en Oriente, lo maloso es que las carreras allá son como muy baratonas.
La noche del miércoles atendí la llamada de un amigo y me animé a unas cervezas. Ocho de la noche, aproximadamente, hora esta aquí en Caracas en la que ya me estoy recogiendo para mi casa. Terminamos yendonos de cacería, es decir, recorriendo el pueblo de Guatire, visitando viejas amigas. Debo decir que no hubo acción. Después de varías frías el pana se sumió en una de depresión matrimonial (su mujer anda en una aventura) y quedó inepto para la actividad cinegética. Yo por mi parte lo lamentaba, pues en mi mente se contorsionaba la imagen de una mujer blanca, alta, rubia, madura, docente ella, quien espera desde un tiempo salgamos a dar un paseo por la ciudad. Pero tuve que llevar al amigo a su casa, aunque por el camino visitamos otras tantas licorerías y ventas de comida. Tarde se me hizo para pescar catiras, esta en especial, porque vive en una especie de madriguera donde la familia vigila y evita que la criatura reciba el sereno de la noche. Debo ir más temprano y recogerla lejos de su hogar, en un café, en la escuela donde trabaja, siempre cuidando las benditas apariencias. Y hablo de las apariencias porque cuando la recojo en el día no la regreso sino hasta la media noche, a hurtadillas, cual ladrón de faldas.
El caso fue que decidí trabajar un rato para recuperar al menos el gasto hecho con las cervezas. Me vine hasta Caracas y empecé a rodar, zona central siempre: El Silencio, San Martín, Plaza Venezuela, Sabana Grande, Chacaito y Chacao, una que otra vez hasta Caricuao. Cuando llegó la hora en que me cierran el estacionamiento, no quisé guardar: estaba animado a trabajar hasta el amanecer, lo cual hice, sin muchas incidencias, por cierto. El mundo convulso de la noche lo que sirvió fue para actualizar ciertos datos olvidados, como por ejemplo, los precios de la cervezas en las tascas a las dos de la mañana, las tarifas de las prostitutas que te lanzan el precio por la ventanilla y el viejo papel de conductor interprete de pasajeros ebrios que a veces olvidan la dirección de su casa. Como sabes, he estado rodando en Ciudad Guayana ultimamente y algunas cosas se me había volado del mapa.
En resumen, te ofrezco los refrescamientos de la noche capitalina:




  1. Fuera de las tascas, El Silencio es punto muerto


  2. Sabana Grande, por arriba y por abajo, es decir entre la Av. Solano y Casanova, suelta clientes de toda índole y a toda hora.


  3. Una carrera a Caricuao ya se ubica en los Bs. 40.000 ó 50.0000, idem Guarenas, para no hablar de Guatire.


  4. Los clientes de tascas y lugares lujosos son de los más difíciles, por aquello de que "tu eres taxistas y yo tu amo, con billete y de sangre azul", peor si están ebrios. De paso, son duros para soltar la mano a la hora de cuadrar el precio. Las áreas residenciales lujosas, por cierto, son los puntos de más frecuencia de asalto a los taxis, por aquello de que supuestamente en tales sitios hay más vigilancia y tu no puedes esperar ser asaltado. Viejo cuento.


  5. La gente que va a las zonas populares paga bien, y la acompaña siempre la conciencia del peligro, lo cual te proteje a tí como conductor aventurero.




  6. Las putitas de la vía subieron los precios en 50%: Bs. 10.000 el acto oral, Bs. 20.000 la acostada (tu pagas la pieza) y Bs. 40.000 una cayapa con dos. ¿No les parece que la vaina está dura para cobrar semejantes precios de risa? Lo digo porque a veces no se corresponde el precio con la belleza de algunas callejeras, bebitas ellas, estudiantes o lo que sea, pero mujeres bonitas al fin para el oficio. ¡Bueno, estamos en Venezuela, y la más fea está más buena que una gringa! Así como me consigo universitarias, también me encuentro con piedreras desharrapadas que te harían pegar un brinco.


  7. La esquina de la torre la Previsora, hacia la Solano, sigue siendo el punto de los gays varones; la Solano y Casanova el punto de las caminadoras y la Av. Libertador la zona de los travestis y transformistas. A través de mi parabrisas le eché el ojo a una que haría palidecer a una fémina presuntuosa de sus encantos: los senos rampantes, la piel y la cabellera en cuya química adivinas celoso cuidado. Deben estar cobrando unos ciento cincuenta o doscientos mil, aunque eso a ellas no les preocupa, pues sus clientes son viejos embuchados de cobre o carajitos hijos de papá que les dan aparte sus regalos. Hablo de Bs. 300.000 ó 500.000, según me relató una miss de esas que abordó mis servicio hacia la Av. Universidad y durante el trayecto me contó sus peripecias con un famoso actor de TV, cuyo nombre me reservo y cuya cotidianidad transcurre en un eterno problema de pareja.


  8. Beberse una cervezas en el centro de la ciudad es insufrible por causa de la cantidad de indigentes que merodean en las cercanías de los locales comerciales, para los cuales debes ir preparado con tu propina, cigarrillo o reloj para darles la hora, sin olvidar tu guardaespaldas. Todos comen de todos. En cualquier lugar público que estaciones tu vehículos debes pagar peaje al aparcador del momento, por "cuidártelo" mientras tu te diviertes. Nadie se salva.

1 comentario:

Anónimo dijo...

excelente post hermano

jj

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