
Deposité mi voto y me lancé al día siguiente como alma que lleva el demonio. Ya ha pasado una semana hasta el sol de hoy. Mi vehículo estaba lleno de defectos y faltas de atención, según mi mecánico caraqueño, a quien el interior le parece monte y culebra, y los mecánicos, mecánicos de carretas con bueyes.
En realidad, he venido bajando la intensidad de trabajo poco a poco. Últimamente he optado por trabajar unas pocas horas durante la noche.
Debo confesarles que he bajado también la guardia en cuanto a las aventuras. ¿Qué pasará, hermano?
Es sencillo de explicar. Me encuentro ahora cargando la pila emocional con mis cuatro descencientes, y me la he pasado internado en el monasterio donde parace soplan vientos decembrinos con olor a natalicio redentor.
He estado más tranquilo y casi que concluyo que el aventurerismo está relacionado con la viajadera. De hecho, he mantenido la boca cerrada ante las divinas pasajeras, no queriéndome complicar al menos por unas dos semanas. Ayer mismo tuve un chance perdido con una flaca que llevé al Sambil.
Pero sé que no durará mucho. Como población flotante, como les dije, hay unos contacticos por ahí; además, este fin viajo y sé que la vainita se llenará de pelos nuevamente. Pero ahora mismo, aquí en la capital, maquino cómo aterrizar el sábado sobre las alturas de una barriada en el oeste para depositar mis emociones comprimidas. Tengo por allá una jefa de oficina, 32, delgada, andina, sola y que esperándome. Hay por allí dos universitarias y una doctora (en el este) de las que daré detalles más adelantes, si no ahora, ya será en enero, pues me vengo a Caracas después de finiquitar mis intereses en el Oriente.
Yo sonrío. Siempre le diría a una mujer que nada ha de esperar de gente que cambia de ambiente a cada rato o que es indiferente; entiéndase: taxistas, gandoleros, aventureros, viajeros, agentes de viajes, filósofos, poetas, recogelatas y otras especies divertidas.
Estoy, pues, de bajo perfil, aunque tramando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario